Le dijeron que viviría en la ciudad de Sevilla, la más luminosa y plácida del mundo (no
le hablaron del calor), le dijeron que pasaría susurrantes días en un palacio
árabe, con jardines llenos de animales alados y unicornios, con árboles cuyos
frutos daban esmeraldas y rubíes, acompañada del sonido tenue del agua
corriendo por las fuentes de mármol y mecida por noches estrelladas de
diamantes. Embarcó
en Tönsberg con destino a Valladolid para casarse con el infante Don Felipe, hermano de Alfonso X el Sabio. Siete
meses de viaje en los que la princesa noruega paseó su melena rubia por la
costa inglesa, la Normandía francesa y los condados catalanes. Por donde
pasaba, reyes y príncipes le pedían en matrimonio anonadados por su belleza
escandinava, pero en la Edad Media, las chicas no tomaban decisiones y menos
las princesas. El primer año lo pasó buscando la sombra. El segundo, las
piedras preciosas; solo encontró higueras cargadas de brevas y naranjos. Al
tercero, llegó a la conclusión de que los unicornios no eran más que borricos
desaliñados y al cuarto año de su llegada, se embarcó clandestina en una galera
y Guadalquivir arriba, llegó a mar
abierto, en donde buscó hasta el fin de sus días, las noches estrelladas de
diamantes.
domingo, 2 de noviembre de 2014
miércoles, 6 de agosto de 2014
NADA
NADA
El hombre buzo se colocó la escafandra y se sumergió
decidido a no regresar a la superficie nunca más. Solo la promesa de amor de la
mujer buzo le hizo tornar al mundo terrenal, pero aun así, ni el día de su
boda consintió en quitarse el traje. Sellaron la ceremonia con un choque
metálico de sus cabezas en lo que pareció ser un beso de amor. Con sus zapatos
de plomo y su traje impermeable, se dirigía todas las mañanas a su nuevo trabajo, arrastrando los
más de cien kilos que llevaba encima. En la lonja hacía de contrapeso en la
balanza, a la vez que de atracción turística, y al terminar la jornada laboral
no era difícil verlo en el puerto, mirando el mar que quedaba a sus pies. Una
tarde no regresó a casa y cuando consiguieron izarlo a la superficie y quitarle
por fin la escafandra, observaron que allí no había nada, excepto unas algas,
agua de mar y un suspiro de alivio.
domingo, 13 de abril de 2014
TITANIC
El capitán Edward Smith puede ver como la proa ya ha desaparecido
en las aguas heladas del Pacífico y recuerda cuando empujado por los efectos de
una copa de más de oporto, vociferó que ese barco no lo hundía ni Dios. Ha dado
orden de que dos calderas sigan funcionando a pleno rendimiento para que el
barco no se quede a oscuras y los afortunados que están en los botes salvavidas
puedan disfrutar del espectáculo. Se siente pesado y su cuerpo de gordinflón le
recuerda que los diez platos de la cena de primera clase han sido un exceso.
Pero no tiene miedo; cada una de las viandas engullidas incluía una copa de
vino. Mira a su derecha y allí está Dios que le llama bocazas. Smith se fija en
su barba y concluye que la suya luce más blanca.
sábado, 8 de febrero de 2014
GLÍGLICO
De regreso a casa, Chihiro y yo nos metemos en
la cama. En un momento dado ella se tordula los hurgalios. Yo aproximo suavemente mis orfelunios y nos dejamos llevar por la jadehollante embocapluvia del orgumio. Mientras Chihiro y yo practicamos el capítulo 68, Totoro y Literato corretean por la casa. Tengo mis
dudas, pero yo creo que este gato es de color azul. Se escapan. Totoro,
convertido en gatobús pasea a Literato, el perro, por la ciudad. Salimos a
buscarlos y los encontramos en la sesión golfa de la Filmoteca. Vemos una
película de Hayao Miyazaki; “Mi vecino Totoro”. Versión original subtitulada al
castellano. Empiezo a entender un montón de cosas. El gatobús y todo eso. No
podemos terminar de verla. El acomodador nos enfoca con su estúpida linterna y
nos echan de la sala: no está permitida la entrada de personas a esta
proyección.
domingo, 2 de febrero de 2014
NAUPACTO O LA BATALLA DE LEPANTO
Estoy
cansado de los gritos de los turcos, del fuego y del humo. De los encuentros
sangrientos entre galeras, de los golpes de artillería, de las picas, de las
armas enastadas, de las espadas, de la espesa nube de saeta. Renuncio a la Liga
Santa y exijo que me paguen con creces la pérdida de movilidad de mi mano
izquierda. Hasta aquí he llegado y es el momento de cambiar el rumbo de mi
vida; empezaré por imaginar molinos de viento.
sábado, 25 de enero de 2014
PAPÁ QUIERE SER PRINCESA
A
Álgora.
El espejo le devuelve el rostro afeitado. El
contorno blanquecino que queda donde antes había barba, se disimula con maquillaje. Papá elimina pelo de sus cejas y
las perfila con un lápiz negro. Se aplica en resaltar sus pómulos, en hacer
grandes sus pestañas con otras, infinitas, y las hace moverse coqueto para ver
el resultado. Da profundidad a su mirada
creando contrastes entre las sombras claras y oscuras. Utiliza marrones, grises
y un verde oscuro que remata con un toque plata en el lagrimal. Consigue unos labios
rojos que invitan a besar y corona su cabeza con una peluca
de corte moderno y reflejos caoba. La camisa es de seda, de manera que
cae voluptuosa sobre los pechos de látex, de tamaño apetecible. Dan ganas de
tocarle las tetas. Uñas postizas de porcelana: divinas. Hombreras, plataformas,
leggins, y un buen copazo de Gordon´s. Busca
en el armario y elige un bolso a juego, de imitación, aunque nadie lo diría. Ya
está preparada, pero papá no es mujer de una única copa. Solo aprecio un
problema a su nuevo trabajo: demasiada ginebra.
sábado, 18 de enero de 2014
FENÓMENOS EXTRAÑOS.
La cara es el espejo
del pene. Así disertaba el doctor Sanchís ante su auditorio.
Participaba en un ciclo de conferencias sobre
ciencias ocultas. El público se alborotaba a ratos; pero al doctor le precedía
buena fama de experto en parasicología y quiromancia, así que se podía permitir
cualquier salida de tono, ya que por lo general eran aceptadas, igual que los
acólitos asumen las indicaciones del líder sin hacerse muchas preguntas. Pero
la fama por sí sola no paga las facturas. Y las conferencias tampoco. Había que
completar sueldo con lo que saliera. Una de esas oportunidades se presentó al
acabar la charla. Se acercó a él cogiéndole por la manga de la chaqueta. Observó
que la mano que lo sujetaba, era poseedora de uno de los anillos de brillantes
más robustos que había visto nunca, así que no dudó en buscar la mirada de
quien requería su atención:
-Señora, en relación con los dedos, la palma
de la mano es el mundo material.
Mar le dijo que se
dejase de chorradas. Tenía que ayudarla con Luisa, su hija. Le propuso un
trabajo. El doctor Sanchís lo aceptó. Necesitaba el dinero.
Aquella misma tarde recibió
la llamada de Luisa pidiéndole consulta en su gabinete privado:
-Normalmente doy las citas para tres meses -mentira
cochina-; pero casualmente mañana tengo un hueco inesperado. Un terrible
accidente.
-Doctor: necesito verle cuanto antes. Me caso; quiero
estar segura de que no me equivoco.
Luisa
apareció puntual por el despacho. Era chica de pamela, de hipódromo y de
disfrute de la madurez del rancio abolengo. Miró con atención los títulos de
quiromancia, cartomancia, parapsicologías varias y doctorandos en ciencias
ocultas por las distintas universidades tan opacas como los títulos que decían ofertar, y decidió ir a un bar a tomar un güisqui.
-Ahora nos vamos a un bar, a tomarnos un algo.
-Luisa ¿puedo tutearle? ¿sí? Luisa: no sé si esto nos va
a alejar de nuestro propósito. No suelo leer las manos, ni echar cartas en un bar.
-Qué nos va a alejar. Déjate llevar, hombre.
Y nos dejamos llevar. Y
perdimos nuestro propósito. Y nos hicimos una ruta por los bares probándolos
todos -los güisquis-, que parecía que estábamos de fin de semana en Escocia y
acabamos acostándonos, los dos, juntos, en su piso de soltera.
Recibí la llamada de Mar
interesándose por los resultados de mis predicciones respecto a la boda. Las
explicaciones no fueron todo lo satisfactorias que me propuse, así que la
conversación acabó con una amenaza de denuncia por fraude si no terminaba el
trabajo. Estuve a punto de decirle que no lo haría, que me había enamorado, que
quería a su hija y que sería yo el que se casaría con ella. Pero Mar colgó el
teléfono mucho antes de que yo hubiese conseguido un mínimo de valor para decir todo aquello.
Las siguientes citas con
Luisa se sucedieron continuas hasta el
día del enlace. Yo tenía que decirle -en eso consistía el encargo de su
madre- mediante las artes adivinatorias y del más allá, que su novio era un crápula, una mala
persona y un muerto de hambre que la iba
a dejar viuda antes de darle un hijo y lo que es peor; sin un euro:
-Luisa: estoy enamorado.
Y Luisa me hablaba de los griegos, del trirreme, del
Renacimiento. Y cuando comenzaba a hablarme de Dios yo me lanzaba a devorar su
cuerpo y se ponía encima de mí, susurrándome que era ella la que me poseía, y
no al revés. Y aprovechaba para recitar - mientras cabalgaba- versos del poeta
granadino:
Si el
azul es un ensueño
¿qué será de la inocencia?
…
¿qué será de la inocencia?
…
Mar, por su parte, me llamaba a todas horas, escupiéndome por el auricular, y yo le decía que estaba copulando con su hija, allí mismo, que en ese momento la tenía encima así, sin más. Y Luisa cogía el teléfono y le decía a su madre que estaba ocupada, que dejase de molestar, que iba a correrse. Un despropósito. Un delicioso disparate con sabor a mil sabores, todos a la vez y de todos los colores y de todos los sonidos bien sonantes.
¿Y si
el amor nos engaña?
¿Quién la vida nos alienta
si el crepúsculo nos hunde…
¿Quién la vida nos alienta
si el crepúsculo nos hunde…
El
día del enlace Luisa solo tuvo ojos para su maridito. No me dirigió una mirada,
una sonrisa cómplice, un atisbo de esperanza. En la iglesia, de santos de
postín y de obispo celebrante, solo se escuchaban las bienaventuranzas a los
novios, y yo me sentí más solo que cuando en una ocasión se olvidaron, siendo un niño, de recogerme a
la salida del colegio. Cuando pasaron el cepillo transformé en billetes de
cincuenta los pañuelos de las señoras lloronas. Pero nada: la novia ni se
inmutó. Al acercarme a ella para felicitarla le susurré palabras de amor, y de
su velo de seda hice aparecer mil mariposas de colores, aunque no fueron
suficientes para ablandar su corazón. Las palomas blancas, inmaculadas, que volaron
a la salida de los novios, las puse yo sacándolas de mi chistera. Transformé la
calabaza en carruaje; el arroz en pétalos de rosas; y la tarta se cortó con un
sable saladino que previamente regurgité
de mi estómago. Todo fue inútil y abandoné la fiesta convencido de que
había hecho lo posible por recuperar los favores de Luisa. De regreso a casa,
malhumorado y hundido lo vi claro:
decidí matricularme en un curso de velas negras, mal de ojo y vudú haitiano que
anunciaba un cartel cochambroso pegado a una farola.
domingo, 12 de enero de 2014
DER FLIEGENDE HOLLÄNDER
Doblar el Cabo de Buena Esperanza durante una tormenta y
empezar a blasfemar le ha salido muy caro a nuestro capitán. Dice el grumete
que lo acompaña a lo largo de siglos y siglos de fantasmal navegación, que la
solución es un amor que lo redima. El asunto está difícil; a los entes se les
da regular el intercambio de fluidos, se
desparraman y queda todo hecho un asco. El grumete pide un amor a gritos para
su capitán holandés; últimamente nota que lo mira con ojos picarones.
sábado, 4 de enero de 2014
EL HOMBRE DEL SACO
No pudo con aquel niño que
tantas veces se había portado mal. No hubo forma monstruosa de meterlo dentro:
fue despedido allí mismo. El chiquillo, por su parte, cogió las llaves del
coche, el Iphone, algunos euros de la pensión de la abuela y decidió seguir
disfrutando de su infancia.
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