A
Álgora.
El espejo le devuelve el rostro afeitado. El
contorno blanquecino que queda donde antes había barba, se disimula con maquillaje. Papá elimina pelo de sus cejas y
las perfila con un lápiz negro. Se aplica en resaltar sus pómulos, en hacer
grandes sus pestañas con otras, infinitas, y las hace moverse coqueto para ver
el resultado. Da profundidad a su mirada
creando contrastes entre las sombras claras y oscuras. Utiliza marrones, grises
y un verde oscuro que remata con un toque plata en el lagrimal. Consigue unos labios
rojos que invitan a besar y corona su cabeza con una peluca
de corte moderno y reflejos caoba. La camisa es de seda, de manera que
cae voluptuosa sobre los pechos de látex, de tamaño apetecible. Dan ganas de
tocarle las tetas. Uñas postizas de porcelana: divinas. Hombreras, plataformas,
leggins, y un buen copazo de Gordon´s. Busca
en el armario y elige un bolso a juego, de imitación, aunque nadie lo diría. Ya
está preparada, pero papá no es mujer de una única copa. Solo aprecio un
problema a su nuevo trabajo: demasiada ginebra.
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