domingo, 29 de septiembre de 2013

HUMANOIDE

Me llamo Nagakute Aichi y estoy convencida de que mi tostadora lee a Asimov. Desde su pantalla led me envía mensajes todas las mañanas: “Un robot no puede hacer daño a un ser humano”, “Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos” o “Llegas tarde a la oficina”. Hoy dice: “En la Fortaleza de la Soledad hay que resistir”. Tecleo en Google “Fortaleza de la Soledad” y averiguo que es la casita de hielo de Superman.
            ¿Está mi tostadora sola? ¿Qué tiene que resistir? ¿Tendrá frío?. Recargo mis relés, termino mi desayuno y me marcho al trabajo. Apago la luz de la cocina y al hacerlo, creo percibir que la tostadora centellea con sus luces verdes.


domingo, 22 de septiembre de 2013

                           LA DIETA

         - ¿Dónde vas tan temprano?- Lucía me mira incrédula. Me ha sorprendido con un pie fuera de la cama y en actitud sigilosa.
         - Hoy es domingo- le digo entre susurros.
Lucía se da media vuelta mostrándome parte de una espalda bien formada y apetecible. Siempre me gustó la espalda de Lucía. Cuando nos conocimos pasaba largas horas masajeándola y dándole mordisquitos. Ahora, después de una eternidad juntos ya sólo la mordisqueo de vez en cuando.
         - Por eso lo digo, pesado- Me dice Lucía somnolienta.
         Yo siento ganas de tumbarme de nuevo a su lado pero descarto la idea porque hoy es domingo. Salgo de la habitación cerrando la puerta tras de mí con cuidado. Al pasar por el salón veo a Tula, la perra, que ni si quiera se mueve para saludarme, y no me sienta muy bien porque siempre he pensado que si tienes un perro que no te saluda, ¿Para qué tienes perro?. De todas formas, ahora lo más importante es llegar al aseo. Enciendo la luz y efectivamente, allí estoy. Despeinado, ojeroso, con barba de dos días y sobre todo gordo: hinchado, relleno, sobresaliente por exceso. Por eso pienso que he elegido un buen día para empezar. El cocido de ayer en casa de la suegra fue una bomba grasienta que noto clavada en uno de mis michelines. Por la tarde los amigos y el fútbol se encargaron de seguir cebándome a base de cerveza y pizza. Así que hasta aquí he llegado. Hoy: choque de la piña.
         En la cocina aprieto el botón de la cafetera y me dedico a abrir armarios buscando los alimentos necesarios que van a devolver a mi cuerpo a un estado decente. Por lo pronto un poco de pan de molde integral con una loncha de pavo y el café será suficiente. Lucía aparece hipnotizada al olor  y casi sin percatarse de que estoy allí, se comporta como Tula y no me saluda. Se prepara un buen desayuno y agarra una bolsa de magdalenas con la seguridad que dan las acciones que se hacen sin remordimientos de ningún tipo.
         - Hoy vamos a casa de mi hermana- Me dice.
Yo noto que saltan las alarmas y me siento frente a ella, en esa mesa tan cuca que tenemos en la cocina, pero que es demasiado grande para tan poco espacio.
         - Esto no estaba en los planes del fin de semana- Le digo.
         - Ah, ¿No?- Contesta ella. - Creía que te lo había dicho… bueno pues ya lo sabes-.
         Me dice todo esto sin levantar la cabeza de su café con leche, ya que la segunda magdalena está a punto de romperse y salpicarlo todo. Observo sus maniobras culinarias y siento que mis tripas se retuercen cuando engullo de un bocado mi lonchita de pavo cero por ciento en grasa. Pienso que va a ser un domingo muy duro pero no voy a dejar que una simple dieta pueda conmigo, así que sigo en mi línea.
         - Tu hermana y tu cuñado no comen como las personas…Lucía, cada vez que vamos por allí me da la sensación de que quieren atiborrarnos. Como si tuviésemos cara de hambre o yo que sé…
         - Pues qué quieres- me interrumpe. –Es domingo- Dice mientras sigue tragando.
         Nos quedamos los dos en silencio. Lucía lo rompe: -¿Sabes?- Me dice. – Mañana me pongo a dieta-.
         Yo la miro emocionado: - ¡Y yo contigo! -´Casi le grito.
         Se hace otra pausa que esta vez interrumpo yo: - Cariño, por cierto, si eres tan amable, ¿Me pasas una magdalena?-