Doblar el Cabo de Buena Esperanza durante una tormenta y
empezar a blasfemar le ha salido muy caro a nuestro capitán. Dice el grumete
que lo acompaña a lo largo de siglos y siglos de fantasmal navegación, que la
solución es un amor que lo redima. El asunto está difícil; a los entes se les
da regular el intercambio de fluidos, se
desparraman y queda todo hecho un asco. El grumete pide un amor a gritos para
su capitán holandés; últimamente nota que lo mira con ojos picarones.
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