domingo, 12 de enero de 2014

DER FLIEGENDE HOLLÄNDER

           


         Doblar el Cabo de Buena Esperanza durante una tormenta y empezar a blasfemar le ha salido muy caro a nuestro capitán. Dice el grumete que lo acompaña a lo largo de siglos y siglos de fantasmal navegación, que la solución es un amor que lo redima. El asunto está difícil; a los entes se les da regular el intercambio de fluidos,  se desparraman y queda todo hecho un asco. El grumete pide un amor a gritos para su capitán holandés; últimamente nota que lo mira con ojos picarones.


         

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