miércoles, 6 de agosto de 2014

NADA



                                                                        NADA


         El hombre buzo se colocó la escafandra y se sumergió decidido a no regresar a la superficie nunca más. Solo la promesa de amor de la mujer buzo le hizo tornar al mundo terrenal, pero aun así, ni el día de su boda consintió en quitarse el traje. Sellaron la ceremonia con un choque metálico de sus cabezas en lo que pareció ser un beso de amor. Con sus zapatos de plomo y su traje impermeable, se dirigía todas las  mañanas a su nuevo trabajo, arrastrando los más de cien kilos que llevaba encima. En la lonja hacía de contrapeso en la balanza, a la vez que de atracción turística, y al terminar la jornada laboral no era difícil verlo en el puerto, mirando el mar que quedaba a sus pies. Una tarde no regresó a casa y cuando consiguieron izarlo a la superficie y quitarle por fin la escafandra, observaron que allí no había nada, excepto unas algas, agua de mar y un suspiro de alivio.

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