lunes, 22 de julio de 2013

FIN DE SEMANA

                                      FIN DE SEMANA

Lucía lo tomó entre sus manos. Pudo comprobar su tacto suave y un cierto olor a goma afrutada. Apagó el televisor y decidió echar una ojeada rápida a las instrucciones. “Esto no puede tener mucho misterio” se dijo. Le introdujo dos pilas de un voltio y medio y volvió a acariciarlo comprobando lo flexible que era. Pulsó un botón y su nuevo juguete empezó a vibrar suave, sin pausa, difuminando notas de olor a látex recién estrenado. Se acomodó en la cama y decidió que ahora sí, había llegado el momento de probarlo. Pero sonó el móvil. Lucía se encontró con dos aparatos que vibraban en las manos. Los miró detenidamente durante unos segundos y decidió apagarlos al unísono. No le apetecía nada escuchar los lamentos de Julio, pero la imagen del hombre con el que había compartido los últimos años de su vida le dejó la libido bajo mínimos, por lo que se incorporó y decidió ir a desayunar antes de que cerraran el buffet. Fin de semana en un Londres para corazones despistados, que era como ella sentía el suyo. Después de la ducha y de unas pinceladas en los ojos se deslizó en unos vaqueros bien ajustados. Completó su indumentaria con una camisa de marca ceñida y se dispuso a devorar sin miramientos todo lo que encontrase en el desayuno. ¿Por qué sentía esa necesidad de comer tanto en los hoteles? Salió de la habitación, pero después de recorrer unos metros decidió volver para colocar el cartelito de “no molestar” en la puerta, y ya de paso, dejar encendido el televisor. No quería que ninguna camarera husmease en sus cosas. Pero no logró desayunar aquella mañana. Su nuevo juguete no dejaba de vibrar encima de la cama.

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